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Acción colectiva: Perspectivas teóricas y el caso ecuatoriano

                                                                                                    Examen final   15/12/2009

MOVIMIENTOS INDÍGENAS Y CAMPESINOS EN AMÉRICA LATINA

1. Las diferencias principales entre la acción colectiva en la matriz clásica y los nuevos ejes de la acción colectiva dentro del enfoque de los nuevos movimientos sociales se reflejan en los cambios históricos en el panorama político y social, es decir, que las realidades sociopolíticas han influido decisivamente a las teorías sociológicas debido a profundos cambios, transformaciones y reconstrucciones. Al explicar las diferencias en cuestión, los procesos complejos de nuestra historia contemporánea deberían ser integrados. Mientras tanto, no se profundará hechos empíricos, sino que mi explicación se basa en los textos a los cuales voy refiriendo.

Si el riesgo de la política clásica fue el ideologismo,
la polarización y hasta el fanatismo, el riesgo de
hoy es la banalidad, el cinismo y la corrupción (Garretón 2002:20).
 
Según Garretón, los nuevos ejes se pueden categorizar en cuatro fenómenos interrelacionados: la democratización política, la democratización social, la reconstrucción de la economía nacional y su reinserción, y la reformulación de la modernidad, o las modernidades. No obstante, fundamentos importantes de la matriz clásica, como la resistencia y la defensa no ha perdido su validez o significación en varios movimientos sociales actuales.
 

Reevaluación de perspectivas analíticas 

La teoría de los movimientos sociales en el paradigma clásico tiene un carácter estructural y universalista. Garretón critica la rigidez teórica, que no permita nuevos entendimientos en los que concierne a la correspondencia entre los diferentes ámbitos operativos en las teorías. Opina que la vista de la matriz es problemática para su aplicación:

(Una) visión de una correlación esencialista y abstracta, definida de una vez para
siempre, entre economía, política, cultura y sociedad,
es decir, la idea de que a un sistema económico dado
corresponde necesariamente una determinada forma
política o cultural o viceversa. (Garretón 2002:8)
 
Desde una perspectiva fragmentada sin la capacidad de traspasar las categorías esquemáticas, la dimensión cultural sería desarticulada o estática, sin carácter significativo con respeto a su naturaleza dinámica, implícita e integral en otras esferas de la sociedad. En los movimientos sociales aparecen pues aspectos culturales como la religión, la ciencia y la tecnología, las conceptualizaciones cosmológicas y la relación entre los seres humanos y la naturaleza, entre otros componentes profundos y fundamentales.

Con un nuevo enfoque la cultura aparece “más flexible, cambiante e histórico”, debido a las circunstancias reales y vínculos entre "los actores, su constitución e interacción" (Garretón 2002:9) El concepto de los "mundos de vida", o subjetividades, puede constituir las dimensiones en los cuales ocurren procesos importantes, interacciones humanos que producen y reproducen nociones, sentidos, discursos. Según Melucchi (1994), los enfoques del paradigma clásico se dominan, entre otras tendencias, por un reduccionismo político, basado en indicadores mensurables, método que resulta en una negligencia de los aspectos socioculturales (ibid:165).

Entonces en lo que se puede llamar los nuevos movimientos sociales, los actores se articulan más a los nuevos ejes que se distinguen de la matriz de las movilizaciones clásicas que se orientan a la estructura tradicional entre los sectores sociales y el Estado. Los nuevos ejes tienen por lo tanto otras orientaciones y vínculos establecidos por los actores relacionados con los movimientos sociales, sean participantes activos o no, en una sociedad marcada por exclusión y marginalización. Por lo tanto, un clave central en el nuevo enfoque es el papel de los actores, que en varias formas es configurativa en el panorama sociopolítico (Garretón 2002:9).

Siguiendo Garretón, lo débil de la matriz clásica es justamente el vínculo institucional entre los partes (ibid:10) o bien la representación política, así que el Estado siempre el referente para todas las acciones colectivas. De hecho, en los movimientos contemporáneos, “los actores clásicos han perdido parte de su significación social y tienden a corporativizarse.” A consecuencia, en un análisis sociológico "ya no puede pensarse en la conformación de actores al estilo del pasado”. (ibid:19). El paradigma antiguo reconoce “el pueblo” como único sujeto histórico sean obreros, campesinos o estudiantes, efectivamente categorías simplificadas, sin analizar el movimiento como caso particular. Las tendencias clásicas se cristaliza en la luchas por el cambio social a partir de demandas concretas.
 

El aspecto relacional entre el Estado y los actores sociales

La "ruptura y desarticulación de la matriz clásica", o "nacional-popular” (Garretón 2002:13) se debe, como señalado, a rupturas en las sociedades. Un cambio principal que separa la matriz del nuevo enfoque se debe a procesos dramáticos, como en países con regímenes militares, autoritativos y represivos, y tiene que ver con los actores como sujetos oprimidos dispuestos a la violencia y la muerte. Lo que se destaca naturalmente de los movimientos sociales en este entonces son las luchas por los derechos humanos, e "igualdad, libertad e independencia nacional" en vez de motivos económicos (ibid:11).

Para poder subrayar la diferencia de la matriz clásica y los nuevos ejes, considero relevante referirme a las reflexiones sociopolíticas del autor antes que introduzca los nuevos ejes en su especificidad. La relación entre el Estado y el actor sujeto no es algo fijo, y como en el ejemplo en sociedades post-dictatoriales, en donde este criterio analítico se muestra muy claro. Los actores adquieren ya más autonomía y se preocupan por causas de identidad más que desenvolverse en objetivos instrumentales. Las democracias reinstauradas eran “incompletas o débiles” por lo cual la ciudadanía no se realizó como tal (ibid:16).

Lo crucial para el nuevo enfoque será la investigación de los fenómenos que ha cambiado la acción colectiva, ahora especialmente la globalización, en sus sentidos multipolares, las iniciativas contracorrientes anti-globalizadores, y las numerosas causas que se refieren a identidades y marginalización social. Lo que en realidad tenemos son nuevos tipos de actores sociales en sociedades post-industriales globalizadas pero con vínculos que combinan los fundamentos presentes en la matriz clásica y la nueva matriz sociopolítica en una “co-existencia”. Se han formado una multitud de organizaciones no gobermentales, cuyas acciones no se sistematizan como antes.
 
Sin embargo, además que la matriz clásica no alcanzaría para los nuevos movimientos sociales, el  principal cambio que implique nuevas teorías, es que las acciones colectivas presentes tienden a expresarse en maneras más difusos en cuanto a la oposición y se basan no sólo en la confrontación sino también en la cooperación (Garretón 2002:22). La lucha se dirige a instancias menos concretas, por ejemplo contra poderes inherentes en los sistemas globales como es el neoliberalismo mercantil. Los nuevos ejes de los movimientos sociales se pueden identificar dentro las la tendencias de los años noventa, caracterizadas por el consumismo, sociedades de información y comunicación globalizadas.

Una diferencia significativa es que la “densidad organizacional” ahora es mayor en las organizaciones no gubernamentales y corrientes centrado a las identidades, y menos en redes públicos, hecho que manifiesta que los poderes facticios tienden a ser extra-institucionales en vez de estatales: “La transformación de los principios de acción colectiva desbordan la polis o el Estado Nacional” (Garretón 2002:12), ejemplificado en movimientos para la paz, el medio ambiente, nuevos ideologías o la cuestión de género, dentro los cuales se constituyen “actores identitarios” (ibid).


Los nuevos ejes y el papel de la ciudadanía

Los actores en la sociedad civil se encuentran en una realidad bastante compleja (G 19) donde emergen nuevos horizontes en conjunto con reivindicaciones clásicas. El primer eje, la democratización política requiere una visión adaptativa para los casos empíricos. Las formas de acción social y privilegia determinados actores sociales, ya que “cada caso y subcaso aporta sus rasgos específicos” y además vemos que las demandas convocan cambios más profundos y extensivos (ibid:15), pero sin un “principio central de proyección”, como en la matriz clásica.

La democratización social se construye mediante las varias demandas sociales y ciudadanos. El nuevo enfoque se acerca a la redefinición de la ciudadanía, superación de la pobreza y la exclusión social. Mientras tanto, como ya hemos documentado, “el Estado no es necesariamente el Poder a lo cual el ciudadano se enfrenta con sus reivindicaciones” (ibid:17), podría ser por ejemplo medios de comunicación. En cuanto a la democratización, este eje embarca el tema urgente, la exclusión o injusticia social. El hecho de que “una enorme masa es expulsada”, que en algunos países forman más del 60% de la población, paradigmas clásicas quizás no explicarían la insuficiencia de movilización debido a que “se sitúan en condiciones que les inhiben organizarse” (Garretón 2002:17), pues “ya no es ni un actor”, como en el contexto de la matriz clásica.

Sectores sociales afectados por crisis, pobres o desempleados urbanos, barriales o regionales o grupos marcados por identidad étnica, demanda el tercer eje dentro el nuevo enfoque: La reconstrucción de la economía nacional y su reinserción. Protestas contra el modelo neoliberalista del desarrollo (ibid:18) y el poder económico transnacional siguen siendo principales en varios movimientos sociales El poder a lo cual se enfrentan, es en la palabra de Garretón “desintegrativo”, así que “clásicos” actores sociales son desarticulizados, fenómeno que coincide con la debilidad del Estado ya comentado.

El cuarto eje es la reformulación de la modernidad, una necesidad para muchos terrenos sociopolíticos tanto como culturales en la actualidad, más específicamente se habla de contraposiciones al modelo neoliberal del desarrollo. Hay que subrayar el papel decisivo de la ciudadanía en los cuatro procesos, o ejes, mencionados: “el eje de la ciudadanía ha sido uno de los principales elementos constitutivos del los actores sociales” (Garretón 2002:17), y involucra naturalmente la cuestión de identidad, una dimensión variable en lo que concierne al grado de estructuración y organización (Melucchi 1994:174). La definición de la ciudadanía está fuertemente relacionada con la diversidad, en sociedades diferentes con rasgos en común tanto como contrastes variables. Garretón menciona ejemplos de América Latina (2002:22). Los nuevos ejes articulan con el modelo de la modernidad, que constituye un “elemento referencial” en los movimientos sociales latinoamericanos (ibid).
 

La identidad colectiva: un proceso

El nuevo enfoque en los movimientos sociales combina los diversas dimensiones societales que, según Garretón, es algo de lo “más novedosa” (mencionando el caso de EZLN en Chiapas). Esta metodología multidimensional domina en la discusión de Melucchi, y implica una pluralidad de elementos analíticos (Melucchi 1994:157). El constata que los nuevos momentos sociales, o la acción colectiva contemporánea combinan diferentes orientaciones y formas de acción así que los enfoques teóricos deberían identificar la “multiplicidad de elementos”, “sincrónicos y diacrónicos” (ibid:163-164), para poder documentar las intenciones, los recursos y los límites del la acción colectiva. Por ejemplo el concepto de “protesta” debe estudiarse no solamente en términos sociopolíticos, sino tomar en cuenta la colectividad dinámica (ibid:165), cruciales en la aparencia de nuevos movimientos organizativas ambientalistas, étnicos, estudiantiles, amas de casa, y de orientación sexual, entre otros.

Los ejes presentados por Melucchi conducen a la importancia de analizar la producción de nuevos códigos culturales y la creación simbólica. Además, insiste en que la dimensión expectativa como pretexto para la movilización en teorías anteriores es muy simplificada (ibid:170-171). Hay que incluir una sensibilidad por aspectos emotivos y cognitivos (ibid:177), dicho en otra manera, sentimientos y pensamientos en el caso empírico específico. Gran importancia en el nuevo enfoque tiene los redes de reclutamiento y las organizaciones (ibid:168), dentro los cuales las inversiones emocionales es el factor vital que genera reconocimiento mutual y solidaridad.

Esta clave dimensión analítica, se contrasta al modelo clásico calculativo.
Las interrelaciones dinámicas van constituyendo y consolidando la identidad colectiva en un proceso interactivo y negociado, es decir comunicativo, entre las oportunidades y las restricciones y la motivación para la participación, pero esta activación no puede reducirse a lo racional o instrumental (ibid). Puedo constatar entonces, que las diferencias principales entre las teorías son de carácter compuesto cuyos trasfondos corresponde al clima cambiante político y social. Los movimientos no es una categoría fija de la sociedad, y la dimensión cultural implica nuevos acercamientos al individuos y colectivos en acciones y contextos distintos.



2. El movimiento indígeno ecuatoriano ha sido nombrado el más fuerte de América Latina, y ha logrado unificarse al nivel nacional. Mientras tanto, ahora su existencia enfrenta una crisis profunda (Martinez 2009). En lo siguiente intentaré mostrar las incidencias de la aparente crisis y sus varias causas. Los posibles factores que hayan producido la crisis; el faccionalismo, el proyectismo, la participación en la institucionalidad Estado y estratégicas erróneas, serán considerados.


Alianzas y conflictividades políticas

Factores debilitante ha sido la división interna y la pérdida de autonomía causadas por el gobierno de Gutierrez, quien recibió alto voto indígena, presentado como un populista radical pero gobernaba con una fuerte influencia neoliberal (Zamosc 2005). Con la alianza entre el partido indígena Pachakutik y el PSP (Partido Sociedad Patriótica), casi todos los objeciones fueron ignorados (ibid:216), y los activistas indígenas se vieron traicionados. Emergieron tensiones severos entre los partes, y las organizaciones populares aumentaron la presión a la CONAIE (la Confederación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador, “la primer estructura organizativa”) indígena (Ospina 2009:123) “para que asuma una actitud más combatitiva” (Zamosc 2005:217), debido al hecho de que la política institucional no fue representativa.
Las discrepancias y la ausente cohesión resultaron en la ruptura entre Pachakutik y PSP en 2003. Posteriormente faltaba la participación indígena en movilizaciones, como en 2005 cuando no mostraron fuerza para accionar o generar agendas y dominó el sector urbano en ausencia de los sectores pobres indígenas.

Se reconoce las reestructuraciones los últimos diez años como una crisis (Ospina 2009:123). Además, la no-existencia del entusiasmo organizacional y confianza y comunitario en los dirigentes son indicadores alarmante para un movimiento social. Mientras tanto, Ospina argumenta por una relativización de estos factores. El movimiento ha funcionado por ejemplo contra la firmación de TLC (Tratado de Libre Comercio) con EEUU la primavera 2006, y en 2007 y 2008 con propuestas para la Asamblea Constituyente (ibid:124). CONAIE ha mostrado una importante convocatoria política y voto (ibid), con capacidades excepcionales existentes. En juicio de un testimonio citado (2008), efectivamente se han planteado políticas estatales, y no “proyectitos” (ibid:137), así que sus éxitos son valorados. El autor opina pues que “se trata, entonces, de una crisis relativa, pero crisis al fin” (ibid:124).

Existen varios opiniones sobre los factores del crisis. Enfocando en la participación por la dirigencia en las instituciones estatales, se puede destacar el hecho de que las organizaciones indígenas fueron burocratizados y que sus dirigentes fueron distanciados de sus miembros. Esa institucionalidad “los atrapó y limitó los horizontes de lo que era posible lograr” (ibid:125), además resultó en la moderación deradicalización del movimiento, así que el sentido de ruptura con lo establecido disminuyó. También surgieron conflictos internos en cuanto al acceso a posiciones, priorizando intereses propios. Ospina mira a esta situación como una consecuencia de lo que obtuvieron con sus demandas, los cuales eran justamente ser incluidos y participar en las instituciones (ibid). Lo crítico en este contexto es que el potencial contestatario y transformacional fue limitado gradualmente, efectivamente “la política tradicional colonizó al movimiento indígena” (ibid:125).


Los proyectos impactantes

Otro aspecto que representa un factor critico para el movimiento indígena ecuatoriano, es el «proyectismo”. Se dice que las organizaciones sociales han sido “paralizadas, inmovilizadas o anuladas” por proyectos del desarrollo (ibid:126). Según Bretón (2009), el neoliberalismo, frecuentemente la ideología de los programas desarrollistas, han tenido altos costos sociales. Las implementaciones de los proyectos se han medido en términos cuantificativos (ibid:100), pero mediante criterios identitarios. La prioridad de demandas étnicas ha resultado en que al problemas nivel nacional (ibid:107-108) como por ejemplo ecológicas, no han sido tratados.
PRODEPINE (Desarrollo Para los Pueblos Indígenas y Negras del Ecuador) es un causante importante de la fragmentación del movimiento indígena y campesino andino (ibid:105), y además el liderazgo y el poder ha sido centralizado. Las consecuencias son caracterizados como "limitaciones y sombras" sociopolíticas (Bretón 2009:101), visto que las OSGs (Organizaciones de Segundo Grado) fueron entonces controladas por un élite indígena local.

Bretón dice que los proyectos han mostrado una marcada orientación etnicista (ibid:103). Hecho preocupante es que el Banco Mundial ha sido un contribuyente de la fragmentación a los actores sociales (ibid:105) debido, entre otros factores a lo que Bretón llama la “deriva identitaria” (ibid). Los campesinos pobres blanco-mestizos fueron agrupados aparte en PROLOCAL (Proyecto de Reducción de la Pobreza y Desarrollo Local Rural).

Martínez (2009) documenta la pérdida de autonomía de las organizaciones indígenas con objetivos de desarrollo como el Consejo de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador (CODENPE) y la Dirección Intercultural Bilingüe (DINEIB) (ibid:179-180). Dado lo esencial del saber leer y escribir para las luchas políticas indígenas y los derechos ciudadanos (ibid:177-179), el sistema educativo es un medio para la movilidad social (ibid:192) y una clave estratégica. Menciona los problemas legales del control del sistema educacional (ibid:179) y la decadencia de las lenguas indígenas (ibid:183). El reforzar ha sido desde el exterior, pero faltan recursos (ibid:192), y cohesión interna.


Divisiones internas y la neutralización del movimiento

El proyectismo se desempeño con poco autocontrol indígena (ibid:104) con la tendencia de ignorar la heterogeneidad de los demandas. Entonces, el efecto político del proyectismo fue una influencia negativa al movimiento indígena, caracterizada por clientilismo y una dirigencia vertical que acumuló la división territorial (ibid:107). Se ha producido una crisis en el medio rural andino. Supuestamente, el estilo clientilista haya tenido motivos de disminuir protesta (ibid). La crisis es también asociada con el populismo de Gutierrez (ibid:109)

El movimiento indígena ha sufrido la imposibilidad de poner en agenda la unificación (ibid:105), debido también a tendencias al nivel macro: "No lograron enfrentar la compleja coyuntura del cambio del siglo" (ibid:106). Un indicador preocupante es la “pérdida de la clásica agenda campesinista” a favor de dilemas culturales e identitarios (ibid:109). Bretón confirma que se usa una categoría esencialista y reduccionista, llamado el "mudo indígena" (ibid:110).
Paradójicamente, al presente la "cultura" sirve como medio para la agenda neoliberalista global, a pesar de que una demanda principal de los movimientos indígenas es precisamente la conservación de la culturalidad diversa (Martínez 173).

La proyección de modelos y programas han neutralizado las reivindicaciones de los distintos pueblos indígenas del Ecuador. Existe una diferenciación interna entre una minoría con privilegias y la mayoría marginal excluida. No se plantean los problemas estructurales de la pobreza rural y obstáculos para los pequeños productores, metidos en moldes proyectados por autoridades, y en las comunidades hay desconfianza (Ospina 2009:128). Además, un testimonio local dice que la ONG causa divisiones grupales y debilita la organización comunal (ibid:127) en la competición por los fondos. Se usan muchos recursos solamente para mantenimiento institucional y la integración en el mercado. La cooperación internacional ha tenido efectos “paliativos” (ibid) y no contribuido a la sustentabilidad a largo plazo.

No obstante, Ospina propone respuestas alternativas a las que he señalado hasta aquí. Argumenta que la participación estado-institucional y la inclusión en los proyectos a lo mejor fueron las oportunidades más favorables en tal momento. Insiste en que la otra opción podría haber sido el aislamiento (en vez de la “cooptación”) como en los años ochenta (ibid).
Además opina que estos dos factores “no llevan necesariamente al debilitamiento de los movimientos sociales porque todo movimiento necesita instituciones (...)” (Ospina 2009:128), y continua “En síntesis, el movimiento indígena se fortaleció con el proyectismo desarrollista de los años 1970 y 1980, pero parece debilitarse con el proyectismo disperso de los noventa” (ibid:129). Otras estratégicas habría sido difíciles (ibid:139). Por lo tanto, las razones de la crisis, según Ospina, se debieron a limitaciones internas del movimiento y de la CONAIE.


El rol político de la CONAIE

El posicionamiento de esta principal estructura organizativa indígena enfrentó dificultades en su trabajo para la consolidación de movilización y acción social.
“Nunca acumularon fuerza social y política suficiente como para llevar adelante sus propuestas más radicales de cambio estructural. Por eso debieron aceptar cambios y conquistas parciales.” (Ospina 2009:129)
Se debe reconocer el hecho de que el movimiento indígena ha tenido fracasos, pero también éxitos importantes como los constitucionales (ibid). La “apertura” a la política fue uno de sus últimas demandas (ibid:131). Logros legales e institucionales ha dominado ante la territorialidad. Según Ospina, la crisis tiene que ver más bien con los criterios que implicaba la participación en la institucionalidad política (ibid:134). Los representantes tenían la responsabilidad de asistencia política a una multitud de actores colectivos. Dice que “la CONAIE no pudo adaptarse a lo que impedía su nuevo papel política” (ibid:133). El resultado fue menos cohesión (citando testimonio, ibid:133) y concentración cuya consecuencia fue la desilusión. La falta de recursos económicos y técnicos es otro componente relevante (ibid:134) En total, no mostraron fortaleza necesaria para representar el movimiento indígena.

Faltan cooperación para la lucha reivindicativa por los derechos culturales y la interculturalidad. No se ha obtenido reconocimiento de las lenguas (y Martínez 2009), y la autonomía, participación y representación de los pueblos indígenas. En adición hay una falta de suporte mutua con otros sectores sociales. Se argumenta por un regionalismo hegemónico (Ospina 2009). En este contexto se presenta un tipo de faccionalismo como factor para la crisis y su efecto degenerativo para el movimiento indígena. Aun así, pienso que sea natural citar esa frase sobre sus antecedentes:

El movimiento indígena siempre fue descentralizado y variado. Y esa fue, precisamente, una de sus grandes virtudes y éxitos: supo integrar una gran variedad de historias locales y regionales, reuniendo la diversidad cultural y social que constituía (Ospina 2009:136).
A lo que llegamos, entonces, trata de las razones contextuales que han sido factores siempre latentes en la dimensión organizacional de la CONAIE, y por lo tanto involucran otros elementos relevantes para la crisis que mencionaré brevemente para al último concluir.


De propuestas ideológicas a la sociología del desarrollo

Algunas explicaciones ponen énfasis en las diferencias ideológicas internas en la pluralidad de pueblos que constituyen el movimiento indígena (Ospina 2009). La continuidad de enfrentamientos son desestabilizadores latentes. Han existido dos posiciones desde la fundación: la clasista y la autonomista indígena, en el opinión de Luis Maldonado (ibid:135). Desde una perspectiva analítica, se puede afirmar que esa tendencia que siempre ha existido en el movimiento indígena ecuatoriano.  Según Ospina, se trata de una “vieja coexistencia” pero ya en un contexto nuevo: En la actualidad, “la organización tiene que definir políticas públicas específicas” y es urgente (ibid:136). Añade que no es la responsabilidad única de la CONAIE solucionar la tensión étnico-ideológico. Uno percibe su identidad indígena como determinada y fija. La adscripción política, en cambio, es voluntaria (ibid) y varía según las circunstancias.

El “etnicismo”, es decir la reducción del componente cultural a lo étnico, es una propuesta simplificadora que no toma en cuenta la mulitculturalidad dentro el espectro pluriétnico. Antes fueron recursos del movimiento indígena la decentralización y la diversidad (en su sentido amplio), pero lamentablemente se ha convertido, por causa de influencias políticas, en una debilidad. (ibid:136). Ahora, la lucha contra el neoliberalismo quizá sea la fuerza mayor. Existe orientaciones anti-sistémicos, luchando por una sociedad alternativa, y por otro lado las pragmáticas, que se alían con el orden establecido.

El sistema no ofrece tiempo suficiente para que el movimiento defina su estratégica política en las varias arenas (ibid). La falta de acceso a recursos y problemas económicos engrava la situación. Varias comunidades indígenas expresan el descontento de hoy, y manifiestan que estos tiempos necesitan nuevas soluciones. En las palabras de un testimonio, falta una “metodología para el desarrollo” (ibid:137). Obviamente es complicado generalizar los estudios de las sociedades muy distintas de las regiones en el Ecuador, que contienen grandes diferencias regionales que implica comprender las visiones y demandas indígenas en su particularidad.


Conclusión

Ciertamente ha emergido una crisis en el movimiento indígena del Ecuador. Mientras tanto, existen diferentes percepciones de la crisis, dependiente de la perspectiva desde la cual se estudia la trayectoria contemporánea. Los varios factores han resultado en una heterogeneidad de problemas vinculado a diferentes aspectos de la sociedad ecuatoriana. Dicho en otras palabras, hechos políticos y sociales - en conjunto - han producido condiciones de crisis. La cuestión cultural del movimiento indígena se reconoce igualmente en términos asociados a la crisis.

Discutí primero la participación en la institucionalidad del Estado, y luego el impacto del proyectismo. Incentivos del exterior, ejemplificado en ONGs y el Banco Mundial y su agenda instrumentalista, debe considerarse como causantes de tensiones locales y las divisiones de las comunidades indígena.

La complejidad de la organización política con respeto a CONAIE se explicó después. La crisis se relaciona también al factor faccionalista debido a las discrepancias entre los pueblos que forman las partes de la CONAIE. El regionalismo y la inequidad son desafíos que puedan producir una crisis. Aún así, es documentado que en realidad el movimiento indígena ecuatoriano ha mostrado grandes capacidades, y existe esperanza de que su fuerza potencial permanezca y se actualice.




Referencias:

Bretón, Victor, (2009), «La deriva identitaria del movimiento indígena en los Andes ecuatorianos o los límites de la etnofagia» en Repensando los movimientos indígenas, Carmen Martinez (Compiladora), FLACSO, Ecuador, Quito, p. 69-121.

Garreton, Manuel Antonio, (2002), “La transformación de la acción colectiva en América Latina” en Revista de la CEPAL, Abril No. 76, Stgo. De Chile, p.7-24.

Martínez, Carmen, (2009), “La crisis del proyecto cultural del movimiento indígena” en Repensando los movimientos indígenas, Carmen Martínez (Compiladora), FLACSO, Ecuador, Quito, p. 173-196.

Melucci, Alberto, (1994), “Asumir un compromiso: identidad y movilización en los movimientos sociales” en Zona Abierta, No. 69, p. 153-180.

Ospina, Pablo, (2009), “Nos vino un huracán político: la crisis de la CONAIE” en Los Andes en movimiento. Identidad y poder en el nuevo paisaje político, Pablo Ospina P., Olaf Kaltmaier, Christian Büschges Editores, CEN, Universidad de Bielefeld, UASB, Quito.

Zamosc, León, (2005), “El movimiento indígena ecuatoriano: de la política de la influencia a la política del poder” en La lucha por los derechos indígenas en América Latina, Nancy Grey Postero y León Zamosc (Editores), ABYA YALA, Quito.


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